domingo, 10 de mayo de 2009

Gritos en el dungeon

Hay partidas de rol y PARTIDAS de rol. Cuando llevas muchos años en esto, hay días de todo, y como en muchas otras cosas, hay jornadas gloriosas; algunas lo son por heroicidades, otras por grandes alegrías y otras por una buena idea que triunfó. La de ayer fue una de estas últimas.

La historia es algo larga, pero les pongo en antecedentes lo mejor que pueda, ya que aunque se trata de la primera entrada del blog, la campaña es muy veterana. Nuestro grupo de Dungeons & Dragons 3.5 , ya de muy alto nivel, se halla en una mazmorra inmensa que alberga diversos grupos malvados, a cada cual peor, a la búsqueda y rescate de un grupo anterior, todo ello relacionado con el trasfondo de la campaña, que dura ya unos cuantos años (el motivo último es acabar con un dios malvado que ha roto sus cadenas y amenaza con acabar con nuestro mundo). Ayer encontramos una capilla dedicada a una deidad maligna y, como habíamos capturado ciertos prisioneros que pertenecían a ella, tratamos de interrogarlos a ver de qué iba esa sala. Al hacerlo, descubrimos que los habían ayudado a escapar, así que los localizamos y nos teleportamos al lugar donde se hallaban, para reabrir el diálogo con estos señores. Antes de "saltar" nos hinchamos con unos cuantos conjuros para llegar lo mejor protegidos posible, pero sin saber que el enemigo, en realidad, nos estaba esperando y estaba haciendo lo propio, a la vez que reclutaba tropas de todos los rincones. Al llegar, aquello parecía un centro comercial el primer día de rebajas.



Como pueden ver, nuestro grupo usa muchas figuras rescatadas de múltiples fuentes para señalar monstruos: viejas piezas de ajedrez que han perdido compañeras, restos de Juegos Reunidos Geyper, figuras del tortel de reyes, sopresas de huevos Kinder y similares...

Lo malo es que con tanto monstruo se nos acababan las figuras, al menos que fuesen distintivas, y algunos convocamos más bichos o los llevamos encima. En mi caso, como nigromante, me acompañan unas cuantas sombras. Y aquí intervino mi querida Gemma, que usando los mismos cacahuetes que estábamos comiendo, improvisó un sistema para señalar las sombras dentro del caos de la batalla:




¿No son una monada?



El combate se quedó a medias debido a la complejidad de los turnos. Ya veremos cómo acaba la cosa, aunque hay algo seguro: nuestra máster sigue debatiéndose entre el amor y el odio.

¿Y el nombre de la entrada? Yo es que no podía dejar de acordarme de esta película.